El líder alemán quedó
prendado del arma con la que atravesaron a cristo en la cruz debido a la
leyenda que afirma que el que poseyera la lanza tendría el destino del mundo en
sus manos.
Nadie desconoce que el
inconmensurable poder del que dispuso Hitler no tuvo perdón durante varios
años. Al mando de sus soldados, sembró el terror en todos aquellos que se
atrevían a desafiarle. Sin embargo, lo que es menos recordado es que el
mandatario nazi sentía una obsesión enfermiza por las reliquias debido a que,
según pensaba, su poder le ayudaba a mantener en alza su imperio. Entre otros,
uno de los objetos que deseaba tener entre sus manos era la Lanza de Longinos,
el arma que un soldado romano clavó aJesucristo en la cruz y cuya leyenda
afirmaba que su poseedor no perdería jamás una batalla.
Este artefacto, también conocido como «La Lanza del Destino», no fue el único objeto que Adolf Hitler trató desesperadamente de encontrar, sino que en su lista también se encontraban reliquias de tal calibre como el Arca de la Alianza o el Santo Grial. Sin duda, las obsesiones del líder alemán parecen más bien propias de un guión de las populares películas de «Indiana Jones».
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