En el antiguo Egipto, las maldiciones a veces
se escribían sobre las entradas de las tumbas para proteger a los monumentos
sagrados de curiosos y saqueadores ¿Pero que tan efectivas y tan ciertas eran?
Nada inspiraba más temor a los
saqueadores de tumbas del pasado, que la posibilidad de caer presa de una
maldición de consecuencias funestas para quienes no hubieran hecho caso de las
advertencias. En el antiguo Egipto, las maldiciones a veces se escribían sobre
las entradas de las tumbas para proteger a los monumentos sagrados de curiosos
y saqueadores. Las inscripciones a menudo hablaban de la vuelta a la vida del
difunto para cobrarse venganza, o amenazaban con arrastrar a los profanadores
al inframundo para que luego allí, fueran juzgados. Quien no hiciese caso de
tales advertencias, tendría que asumir los riesgos a los que se exponía.
Conjuros Mágicos de los Muertos
Las historias y rumores que
rodean a las maldiciones que protegen a tumbas y a momias han existido durante
siglos. Hay documentos que se remontan a épocas medievales y a las primeras
etapas de la edad contemporánea en los que se afirma que los enterramientos de
los antiguos egipcios no debían ser alterados, ya que las tumbas y las momias
que descansaban en ellos poseían cualidades desconocidas y al parecer
maléficas. Se creía que los sacerdotes escribían las maldiciones alrededor de
los enterramientos para proteger tanto a la momia como a su vida espiritual
después de la muerte. Estas creencias dieron pie a la idea de una supuesta
"maldición de los Faraones" que caería sobre todo aquel que osara
profanar una tumba o momia. En particular, si se trataba de las de un Faraón,
abocaría al sujeto a la mala suerte y a una muerte inevitable.
El poder de la maldición como
fuerza disuasoria dependía en gran medida de dónde estaba situada. Aunque las
maldiciones habitualmente no eran utilizadas en las propias tumbas del antiguo
Egipto, sí que se empleaban en ocasiones para la protección del enterramiento.
Dichas maldiciones estarían inscritas en la capilla de la tumba, en la parte
más pública del complejo y también sobre paredes, puertas falsas, estelas,
estatuas y a veces incluso sarcófagos. Entre las maldiciones más insólitas
destacaba la “Maldición del Asno" que amenazaba al saqueador de la tumba
con ser violado por un asno, el animal representativo de Seth. Otra terrible
maldición procedía del administrador de la decimoctava dinastía Amenhotep, hijo
de Hapu. En ella se amenazaba a quien violara su tumba con una larga lista de
castigos:
“...perderán sus puestos
terrenales y honores, serán incinerados en un horno con ritos de execración,
zozobrarán y se ahogarán en el mar, no tendrán ningún sucesor, no recibirán
ninguna tumba ni ritos funerarios propios y sus cuerpos se pudrirán porque
pasarán hambre al no tener sustento. Sus huesos se perderán.”
Una estela que pertenece a
Sarenput I, monarca de Elefantina bajo el Faraón Senusret I (Dinastía 12),
propone proteger las ofrendas dejadas ante la estatua con su imagen:
“A todo administrador,
funcionario, escribano o noble que tome [la ofrenda] de la estatua, su brazo
será cortado como el de este toro, su cuello será torcido como el de un pájaro,
su puesto no existirá ni habrá un puesto para su hijo, su casa no existirá en
Nubia, su tumba no existirá en la necrópolis, su dios no aceptará su pan
blanco, su carne pertenecerá al fuego, sus niños pertenecerán al fuego, su
cadáver no será enterrado, estaré contra él como un cocodrilo sobre el agua,
como una serpiente sobre la tierra, y como un enemigo en la necrópolis.”
La leyendas que rodean a las
supuestas "Maldiciones de los Faraones" comenzaron alrededor del
siglo VII, cuando los árabes conquistaron Egipto y no eran aún capaces de leer
los jeroglíficos (que no serían descifrados hasta principios del siglo XIX). La
conservación de las momias debió de ser algo extraño de contemplar. Se contaban
muchas historias y llegaron a creer que si alguien entraba en una tumba y
pronunciaba una fórmula mágica, sería capaz de materializar objetos que los
antiguos Egipcios convirtieron en invisibles. También, se pensaba que gracias a
la magia, las momias podrían volver a la
vida. Creían además que los egipcios protegían sus tumbas por medio de
sortilegios mágicos o maldiciones que recaerían sobre quien entrase en ellas.
Los escritores árabes advertían a la gente de que no molestara a las momias ni
profanasen sus tumbas pues sabían que los egipcios practicaban la magia durante
los ritos funerarios. El primer libro publicado sobre una maldición egipcia
apareció en 1699 y le seguirían muchos centenares más.
La apertura de la tumba del
Faraón Tutankamón en 1923, es probablemente el caso más famoso de maldición de
una tumba. Dicha apertura provocó que cundiera el pánico y extendió la creencia
en "la maldición de los Faraones”. Varias personas que estaban presentes
en el momento de abrir la tumba murieron antes de tiempo, en extrañas
circunstancias. La mayor parte de las versiones de esta historia cuenta
cómo Howard Carter, arqueólogo inglés
jefe de la excavación, descubrió una tablilla de arcilla en la antecámara de la
tumba. Unos días después de catalogarla, un miembro del equipo descifró el
jeroglífico. La presunta maldición decía, “la muerte matará con sus alas a
quien ose interrumpir la paz del faraón". Sin embargo, nunca se ha
encontrado prueba alguna ni documento acerca de la existencia de esta tablilla,
asumiéndose que, o simplemente desapareció o se trata de otro mito más.
Howard
Carter y sus socios abriendo las puertas del santuario de la cámara de la tumba
de Tutankamón. Recreación en 1924 del acontecimiento de 1923 (Wikimedia Commons) |
La primera señal de la maldición
tuvo lugar cuando Carter envió a un mensajero a su casa. A su llegada, el
mensajero oyó un grito ahogado y vio al canario de Carter siendo devorado por
una cobra, símbolo de la monarquía egipcia. Siete semanas antes de la apertura
de la tumba, el Conde de Carnarvon, co-descubridor de ésta junto a Clark, había
muerto por culpa de las complicaciones
provocadas tras una picadura de mosquito. Los medios de comunicación
rápidamente difundieron la idea de la Maldición de los Faraones. Conan Doyle,
ocultista y autor de Sherlock Holmes y la novelista Marie Corelli, extendieron
el rumor de que quien entrase en la tumba antes sellada, sufriría las terribles
consecuencias.
Los escépticos defienden que
muchos otros que visitaron la tumba o que ayudaron a descubrirla vivieron por
largo tiempo y gozaron de buena salud. Un estudio demostró que de las 58
personas que estaban presentes cuando la tumba y el sarcófago fueron abiertos,
sólo ocho murieron en los 12 años posteriores al hallazgo. Todos los demás
siguieron vivos, incluyendo a Howard Carter, que murió a causa de un linfoma en
1939 a la edad de 64 años.
La
tumba de Tutankamón, que se creía que estaba protegida por una poderosa
maldición (Steve Parker / Flickr) |
La mayor parte de las maldiciones
egipcias son metafísicas, pero en algunos casos, incluían trampas y venenos que
realmente hacían cumplir los conjuros, causando heridas o incluso la muerte a
quienes no respetaban las advertencias. Por ejemplo, las tumbas fueron
selladas, aseguradas con cerrojos e introducidas en cámaras secretas de muy
difícil acceso. Los pasos fueron bloqueados con colosales losas de piedra y en
ellos se ocultaban agujeros, trampillas y cables que actuaban como trampas. Los
antiguos ingenieros egipcios también cubrían los suelos y paredes de las tumbas
con polvo de hematita, afilado y metálico, diseñado para causar una muerte
lenta y dolorosa a quienes lo inhalaran en grandes cantidades y que era
liberado en el aire cuando se retiraban las piedras. Cuando el Doctor en Egiptología,
Zahi Hawass, entró en la tumba del Oasis Bahariya en el año 2001, su equipo
encontró la tapa del sarcófago cubierta con 8 pulgadas de polvo de hematites,
obligándoles a abandonar la expedición hasta que pudieron regresar con material
específico y respiradores.
Aunque las maldiciones podrían
parecer antiguas supersticiones, en la actualidad todavía hay muchos que portan
con ellos amuletos o conjuros de protección contra los efectos de las supuestas
maldiciones. Numerosos estudios científicos han revelado un poderoso fenómeno
psicológico por el que quien cree firmemente que está “maldito” más tarde o más
temprano, acabará sucumbiendo a una dolencia física producida como respuesta a
tan fuerte tensión emocional.
De este modo, quizás las antiguas
maldiciones aún conservan su poder en la actualidad.
Fotografía de Portada: El sello
aún intacto sobre la tumba de
Tutankamón, 1922. (Wikimedia Commons)
Autor: Bryan Hilliard
Fuente: Este artículo fue
publicado originalmente en www.ancient-origins.es
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