En muchas pinturas de la antigüedad se hallan
representados objetos de una naturaleza inexplicable ¿Nuestros antepasados
plasmaron escenas reales de algún inexplicable suceso ocurridas en siglos
anteriores o solo se trata de simbolismos de la época?
Una virgen que recibe un anuncio
divino; un Cristo crucificado; caballeros y doncellas en típicas poses
medievales. Si observamos con detenimiento, las pinturas de la antigüedad
rebozan de solemnidad y belleza. Pero si nos detenemos más en detalle,
encontraremos que en el cielo de muchas de ellas se hallan representados
objetos de una naturaleza inquietante, que poco parecen tener que ver con el
tema de la obra.
En algunas ocasiones, aquellas
¿máquinas? no solo aparecen como tema secundario, sino que todo el cuadro gira
en torno a su enigmática presencia. ¿Qué son en realidad? ¿Con qué motivo
pintaron tales objetos aquellos artistas? ¿Plasmaron escenas reales ocurridas
en siglos anteriores o solo se trata de simbolismos de época?
En el monasterio de Visoki
Dechani, levantado en la provincia de Kosovo en 1327, descansa desde hace
siglos un fresco que ha despertado la atención tanto de ufólogos como de
especialistas en el arte.
Como en tantas otras pinturas que
retratan la crucifixión de Jesús, los elementos de la pasión (el mesías, la
cruz, los testigos) toman los lugares acostumbrados, pero dos inusuales objetos
ubicados en el cielo a ambos extremos parecen coincidir perfectamente con la
idea de naves tripuladas surgidas nada menos que de la era espacial. Ambas
poseen una forma aerodinámica; y dos hombrecillos, uno en cada nave, posicionan
sus manos como quien manipula los controles en una cabina de mandos.
Algunos autores sostienen que
estas no son más que representaciones del Sol y la Luna, tantas veces vistas en
otras obras de la época con un rostro humanizado. Por el contrario, otros como
Erich von Däniken, no solo ven dos naves espaciales comandadas por alienígenas,
sino que afirman que todos los personajes involucrados en la obra tratan de
apartar la vista de aquel fenómeno que está ocurriendo sobre sus cabezas, como
si el solo hecho de ser observadores conllevara el riesgo de ser castigados por
parte de aquellos seres. “En la primera nave hay un hombre sentado. Su mano
pulsa la palanca de embrague; evidentemente está atento a una segunda nave
espacial”, dice Däniken en su documental “Recuerdos del futuro”. “Los que están
alrededor se cubren las caras con sus manos, están llenos de miedo”.
Visoki Dechani, “La crucifixión”
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Muchos años antes de “La
crucifixión” de Visoki Dechani, otros objetos brillantes en el cielo también
tomaban el protagonismo de ciertas pinturas, sin poderse distinguir realmente
si se trataban de hechos naturales o fenómenos provocados por una tecnología
que los hombres del medioevo desconocían.
Tal es el caso de dos imágenes
que aparecen en el manuscrito del siglo XII, “Annales Laurissenses”, en el que
dos caballeros cruzados señalan objetos esféricos que despiden una especie de
llama o radiación en todas las direcciones. Estas obras hacen referencias a un
suceso ocurrido en el año 776 durante el sitio que los sajones impusieron al
castillo de Sigburg, en Francia. Ambos bandos, sajones y franceses, se hallaban
luchando por el territorio cuando un grupo de esferas irrumpió en el cielo
sobre la iglesia causando tanto el asombro de invasores como de sitiados. Los
primeros terminaron por huir temiendo que aquellos extraños objetos se hallasen
al servicio de la seguridad de Francia.
Pintura hallada en el manuscrito “Annales Laurissenses” |
Otros hechos que nunca hallaron
solución fueron los retratados por artistas de la época en Nuremberg y Basilea
en el siglo XVI de nuestra era. Según las crónicas, una batalla espectacular
pudo ser observada por una multitud en el cielo de Nuremberg, Alemania, el 14
de abril en 1561. Durante el lapso de una hora después de que el sol salió,
grandes tubos, esferas de color rojo sangre, azulado y negro, o discos anulares
mantuvieron una contienda para acabar todos destruidos.
Una publicación de la época
describe la “muy horripilante aparición” que copó los aires aquella mañana:
“Por ejemplo, tres en fila, a veces cuatro en cuadrado, y también algunas
solas. Y también se han visto entre esas esferas algunas cruces de color
sangre” (…) “Cuales pequeños y grandes tubos / estaban de a tres / también de a
cuatro y más esferas. Y todos ellos comenzaron a pelearse entre sí” (…) “Todo
ello como ofuscado por el Sol / cayó a la tierra desde el cielo como si todo
ardiera / y con gran vapor desapareció poco a poco sobre la tierra”. El texto
también describe que una figura “igual que una gran lanza negra” fue vista bajo
las esferas como una advertencia divina.
Un hecho casi idéntico tuvo lugar
cinco años después en Basilea, Suiza. El de agosto de 1566, según se describe,
“se vieron en el aire muchas esfera negras que hacia el Sol / se desplazaban
con gran rapidez y celeridad / y también volviéndose unas contra otras libraban
disputa / tornándose algunas rojas y fogosas / y luego se consumieron y
disolvieron”.
¿Qué fueron exactamente aquellos
“fenómenos celestes” ocurridos en Europa a mitad del siglo XVI? ¿Libraron naves
extraterrestres algún tipo de batalla espacial? ¿Fueron advertencias divinas?
¿O se trató, como muchos científicos piensan, de fenómenos producidos por
cristales de hielo en la atmósfera? Cualquiera fuera la respuesta, este tipo de
ilustraciones no iba a ser la última y mucho menos la más antigua de las
referidas a los ovnis.
Las naves de las cavernas
El fenómeno de los ovnis en las
pinturas no se limita a las técnicas del medioevo, sino que otra forma de arte
mucho más antiguo ya plasmaba escenas de artefactos cuyo origen permitió la
elaboración de las hipótesis más aventuradas. El arte rupestre rebosa de formas
que se asemejan a ovnis, naves espaciales y astronautas modernos.
“El arte rupestre rebosa de
formas que se asemejan a ovnis, naves espaciales y astronautas modernos.”
En Tanzania, África, dos pinturas
de hace 30.000 años parecen evidenciar visitas de otros tiempos. En la primera,
dos formas similares a sombreros flotan en el cielo; en la segunda, cuatro
seres extraños alrededor de una mujer la sostienen por sus brazos, como si
quisieran raptarla o detenerla. A su izquierda, otra persona dentro de una
especie de caja o nave aparenta estar despegando mientras mira hacia abajo.
Dibujos similares de 14.000 años
de antigüedad pueden ser hallados en cavernas del sur de Francia, donde todo
tipo de artefactos y rostros de seres no humanos se retratan con vividez.
¿Fueron testigos de un descenso alienígena este grupo de personas? ¿Convivieron
con ellos durante un tiempo? Si un encuentro humano-extraterrestre sucedió
milenios antes de la era actual, el grupo que habitó en aquel tiempo y
localidad debió ser uno de los más influenciados por el hecho.
En Wandjina, Australia, se halla
arte que parece hablar de astronautas y seres de grandes cabezas. El mismo caso
sucede en el desierto de Tassili, África, donde una multiplicidad de pinturas
ha convertido a sus cavernas en una verdadera meca para los ufólogos de todo el
mundo. Unos 6.000 años antes de Cristo, los habitantes de Tassili se
dispusieron a dejar un legado de lo que habían vivido en aquellos tiempos,
cuando la zona aún era un vergel paradisíaco. Seres con aspecto de astronautas
y escafandras se esparcen por todas las paredes. ¿Eran representaciones
simbólicas de los humanos corrientes o astronautas prehistóricos?
Tanzania, 29.000 a. C.
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Astronautas del antiguo Oriente
Quizás una de las
representaciones más claras del contacto con extraterrestres se halle en una de
las paredes de la isla Jotuo, del lago de Toengt’ing, en Japón. Una expedición
que tuvo lugar en 1957 realizó un grabado de este relieve, en el que se muestra
a cuatro personas con armas persiguiendo a un grupo de animales. La única
peculiaridad consta en que dos de ellas portan lanzas y se mueven a pie,
mientras que las otras dos tienen escafandras, se hallan a bordo de artefactos
voladores y empuñan una suerte de arma de fuego.
Un ilustración similar aparece en
el libro japonés “Polvo de damasco”, publicado en 1803. En él se muestra una
cápsula construida de hierro y vidrio hallada en la costa de Haratono,
Prefectura de Ibaragi. El artefacto fue encontrado por una embarcación
extranjera y, según la descripción, tenía en su interior unos caracteres
extraños que nunca pudieron ser descifrados.
Ilustración del libro “Polvo de albaricoque” |
En el Museo de Japón se halla una
traducción tibetana del “Prajnaparamita Sutra” (Sutras de la Perfección de la
Sabiduría) que data del siglo X, en el que se hallan unas figuras que parecen
sombreros que flotan en el medio del aire. El “Prajnaparamita Sutra” es una
escritura budista clásica de la antigua India, una cultura cuyos textos ya
hablaban en detalle sobre poderosas máquinas voladoras denominadas “Vimanas”,
capaces de captar sonidos e imágenes del interior de aviones enemigos, detectar
y destruir otras naves y lograr la pérdida de conocimiento de pilotos rivales.
Los japoneses también son
poseedores de una de las colecciones de estatuillas más enigmáticas de la
historia. Los “Jomon”, una de las comunidades más antiguas de la isla, se
dedicaron a crear en cerámica representaciones de seres cuyas vestiduras y
equipo nos recuerdan vagamente a los astronautas de hoy. Las esculturas son
conocidas como “Dogu” y son el fetiche preferido de muchos ufólogos. Algunos
investigadores han creído encontrar en estas estatuillas –que datan de
aproximadamente 10.000 a. C.– grandes gafas, guantes, botones, correas, luces y
auriculares.
“Así como
las estatuillas Dogu, un ejército de artefactos y esculturas de todos los
tiempos y lugares parecen plantear la
posibilidad de que fuimos visitados por seres de otros planetas numerosas veces
en el pasado.”
Así como las estatuillas Dogu, un
ejército de artefactos y esculturas de todos los tiempos y lugares parecen plantear la posibilidad de que fuimos
visitados por seres de otros planetas numerosas veces en el pasado. Referencias
textuales de la antigua India, en la Biblia, en textos sumerios y egipcios, no
hacen más que confundir a quienes intentan realizar interpretaciones textuales
de estos hechos.
A cada paso parece haber
fenómenos sobrenaturales que concuerdan con otros que nos son más familiares a
los de la moderna cultura de los avistamientos espaciales. En algunos casos,
como en la difundida ilustración del astronauta de Fergana (una falsa pintura
rupestre que circula desde la década del 60) los fraudes acechan y entorpecen
la investigación de quienes intentan afirmar o refutar estas teorías. En otros,
no podemos más que apreciar estas obras y preguntarnos con qué objetivo el
autor habrá pintado o esculpido aquello que tanto se parece a uno de los
fenómenos de los que menos conocemos.
Foto de portada: En el monasterio
de Visoki Dechani, levantado en la provincia de Kosovo en 1327, descansa desde
hace siglos un fresco que ha despertado la atención tanto de ufólogos como de
especialistas en el arte.
Fuente: www.lagranepoca.com
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