Aunque la momia del faraón Horemheb fue
robado por saqueadores, es evidente que este antiguo gobernante decidió
construirse una magnífica tumba que se ha convertido, desde su descubrimiento
en 1905, en una de las principales atracciones del Valle de los Reyes.
En el Alto Egipto, no lejos de la ciudad de
Tebas, se encuentra un largo y estrecho desfiladero llamado en árabe Biban
el-Moluk, «las puertas de los reyes». Más conocido hoy en día como el Valle de
los Reyes, el lugar ha despertado la curiosidad, el interés y la imaginación de
incontables visitantes durante siglos. La razón es fácil de entender: allí, en
la montaña tebana consagrada a la diosa Hathor, se excavaron las tumbas de los
faraones del período más esplendoroso del antiguo Egipto, el Imperio Nuevo (1550-1085
a.C.). En total, los arqueólogos han descubierto hasta la fecha 64 tumbas,
formadas por largas redes de túneles y cámaras de grandes dimensiones, y a
menudo de extraordinaria belleza. La mayoría ha sido presa de saqueadores y
cazadores de tesoros a lo largo de la historia, pero, aun así, sigue siendo un
lugar solemne y sagrado; las tumbas vacías reflejan todavía la autoridad del
faraón.
Uno de los sepulcros más atractivos del Valle
de los Reyes es el de Horemheb. Este general, cuyo nombre significa en egipcio
«Horus está en fiesta», fue el último faraón de la dinastía XVIII y gobernó
Egipto entre 1323 y 1295 a.C., tras un período convulso y de desorden político,
aunque su reinado fue bastante tranquilo. Una vez pacificado el país, Horemheb
se embarcó en varios proyectos constructivos importantes, entre ellos la gran
sala hipóstila del templo de Karnak y su tumba en el Valle de
los Reyes (KV57), que posiblemente quedó
inacabada ya que el faraón murió antes de la finalización de los trabajos. Pero
no fue ésta la única tumba que Horemheb había preparado para su eternidad:
antes de ascender al trono, mientras aún era comandante en jefe de los
ejércitos de Akhenatón, Horemheb había encargado una magnífica tumba que nunca
ocupó en la necrópolis de Saqqara, cerca de Menfis.
Reconstrucción de la tumba del
faraón en la necrópolis tebana, una sucesión de corredores y cámaras de casi
130 metros de largo.
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El descubrimiento
Theodore Davis, un antiguo abogado
estadounidense enormemente rico, se convirtió en una figura clave en la
historia de la exploración arqueológica en Egipto y sus excavaciones se
encuentran entre las más importantes realizadas en la necrópolis real tebana.
Davis exploró el valle durante doce años, de 1902 a 1914, armado con una
concesión oficial para excavar en la necrópolis. Durante este tiempo, Davis y
su ayudante, un joven egiptólogo llamado Edward R. Ayrton, al que Davis había
contratado en 1905, desescombraron y localizaron unas treinta tumbas. La
sepultura de Horemheb fue hallada el 22 de febrero de 1908. Los arqueólogos
dejaron al descubierto los escalones que descendían hasta la puerta de entrada
y una vez retirados los escombros, colocados intencionadamente para bloquear el
paso, apareció un largo corredor que penetraba bajo tierra unos 128 metros y
conducía sucesivamente a dos cámaras monumentales, en las que se alzaban
enormes pilares tallados en la propia roca. La tumba tiene una superficie total
de 473 metros cuadrados y destaca por su espléndida decoración mural. Sin
embargo, en su primera exploración Davis y Ayrton hallaron dispersos restos de
momias, figurillas y otros objetos, signo evidente de que por allí habían
pasado los saqueadores en la Antigüedad. No se trataba, por tanto, de una tumba
real intacta.
Corredores, pozos y salas para Ayrton no fue fácil trabajar bajo las
órdenes de su arrogante y despótico jefe. A pesar de ello, la colaboración dio
resultados espectaculares, con los hallazgos consecutivos, en apenas cuatro
años, de hasta seis tumbas, incluida la de Horemheb. Pero Davis estaba
obsesionado por descubrir una tumba real intacta y prestaba poca atención a las
memorias de excavación, que se publicaron llenas de ambigüedades, errores y
omisiones. Tras descubrir la tumba de Horemheb, el concienzudo Ayrton no lo
soportó más y decidió dejar de trabajar para Davis, e incluso abandonó la
egiptología para siempre. En 1912, el propio Davis renunció a su vez a la
exploración, declarando: «Me temo que ahora el Valle de los Reyes está
agotado». Falleció poco después, sin tiempo para ver cómo lord Carnarvon y
Howard Carter hacían, en 1922, el descubrimiento que él tanto había anhelado,
el de la tumba intacta de Tutankhamón.
El diseño de la tumba de Horemheb corresponde
a un momento de transición en la arquitectura funeraria egipcia. Anteriormente,
el eje de las tumbas reales giraba formando un ángulo recto, según el modelo
llamado de «eje doblado», a diferencia de las construcciones posteriores, que
tendrían una estructura rectilínea, o de «eje recto». La tumba de Horemheb, por
su parte, sigue el modelo del «eje empujado», desviándose ligeramente, unos 2,5
metros hacia la izquierda, a partir de la primera cámara.
En uno de los muros de esta
estancia se representa la segunda hora del Libro de las puertas. En el registro
superior, la barca de Re. Debajo, los condenados.
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La tumba KV57 penetra en la roca a través de
una sucesión de escaleras y rampas, interrumpidas a su vez por varias cámaras
hasta llegar a la cámara funeraria, donde se hallaba el sarcófago del faraón.
Los primeros corredores de la tumba nunca se decoraron, pero se puede admirar
el lecho de caliza y las distintas capas de pedernal que los obreros del faraón
debieron perforar. La decoración está limitada a la cámara del pozo, la
antecámara y la cámara funeraria. En la cámara del pozo, Horemheb aparece
frente a varias divinidades; es la primera vez que un rey es representado
haciendo ofrendas ante los dioses en una tumba. Esta parte de la decoración es
muy llamativa, ya que las figuras están realizadas en un relieve casi
imperceptible –usado aquí por primera vez en el Valle de los Reyes en lugar de
la pintura mural– y ostentan una brillante policromía sobre un fondo azul
grisáceo. La disposición de las escenas crea una imagen armoniosa en la que
destacan los detalles de los jeroglíficos y de los vestidos de las figuras.
Tras descender por un corredor y bajar una
escalinata, se llega a una antecámara decorada con escenas similares a las de
la cámara del pozo. Esta estancia da paso a la cámara funeraria propiamente
dicha, compuesta por la sala de los seis pilares, la cámara del sarcófago y
otras pequeñas dependencias. La decoración de las paredes quedó interrumpida
bruscamente, hasta el punto de que pueden observarse los bocetos trazados en
rojo por los artesanos y corregidos con tinta negra por el maestro allí donde
los escultores ni siquiera habían empezado a trabajar. La composición es de
gran calidad, en ocasiones con detalles excepcionalmente bien dibujados. Las
pinturas representan pasajes y escenas del Libro de las puertas, un texto
funerario del Imperio Nuevo en el que se describe el viaje nocturno que debe
realizar el Sol en su barca a través del mundo subterráneo y los peligros a los
que se enfrenta. En el transcurso de dicho viaje, el dios solar Re debe superar
las doce puertas que dividen las horas de la noche, defendidas por horribles
seres y aterradoras y gigantescas serpientes que escupen fuego. La decoración
de la tumba KV57 es la representación más antigua documentada de este libro.
En la parte superior aparece
Horemheb ante los dioses Re Horakhty,
Thot y Maat. El texto hace referencia a
la restauración de la religión
oficial
tras la herejía de Amarna.
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La momia desaparecida
En la cámara sepulcral se halló un magnífico
sarcófago rectangular de granito rosa, en cuya decoración se deja sentir aún la
influencia del estilo de la corte de Akhenatón y Nefertiti en Amarna. La tapa,
que en el momento del descubrimiento del sepulcro se encontró tirada en el
suelo, se había partido. El sarcófago estaba colocado sobre una base de piedra
caliza y aparecía sostenido de forma simbólica por seis figuras de madera (de
las cuales cinco se encontraron in situ) colocadas en agujeros en el suelo a
cada lado. En la cámara funeraria se hallaron también otras imágenes rotas
esparcidas por el suelo, así como restos de flores secas de las guirnaldas
funerarias. Del mismo modo, en las cámaras laterales se recuperaron los escasos
elementos del ajuar funerario que dejaron atrás los ladrones, entre ellos
varias figuras de dioses de madera recubiertas de resina, maquetas de barcas,
cuentas de fayenza, recipientes de piedra con provisiones conservadas, un cofre
de alabastro para los vasos canopes, algún hueso humano, herramientas... Dentro
del sarcófago se descubrieron un cráneo y diversos huesos, pero no la momia del
faraón. Con toda seguridad ésta fue robada durante alguno de los saqueos
producidos en la Antigüedad, ya que tampoco se ha encontrado en ninguno de los
escondrijos de las momias reales del Imperio Nuevo, en los que se hallaron más
de cuarenta. Su momia es una de las grandes ausentes entre las de los faraones
que reinaron en el antiguo Egipto.
Fuente: www.nationalgeographic.com.es
Para saber más
Todo sobre el Valle de los Reyes. N. Reeves y
R. Wilkinson. Destino, Barcelona, 1998.
Los tesoros de Luxor y el Valle de los Reyes.
Kent R.
Weeks. LIBSA, Madrid, 2006.
Historia National Geographic Nº 76. El faraón
Horemheb.
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