¿Que en Roswell se estrelló un
“platillo volante”? No lo afirma ningún misteriólogo, sino que lo hizo el
oficial de relaciones públicas del 509 Grupo de Bombarderos del aeródromo de la
Fuerza Aérea en Roswell con una nota histórica.
En los archivos nacionales de
Washington DC se conservan once cajas con la documentación relativa al llamado
incidente Roswell y, también, un aparatoso envoltorio de madera, de forma
triangular, que contiene los presuntos “restos” con los que Jesse Marcel se
fotografió en la oficina del General Ramey. Estos informes, junto a los restos
del reflector radar y la madera de balsa, confirman la última versión ofrecida
por las autoridades gubernamentales y la Fuerza Aérea de los Estados Unidos a
mediados de los noventa: La noticia del estrellamiento de un platillo volante
en Roswell sirvió para “tapar” un proyecto ultrasecreto llamado Mogul. Ya está.
Caso resuelto, ¿no?
Puede que esta versión convenza a
los escépticos cuya credulidad me abruma en ocasiones porque, a mi juicio, lo
único que evidencian estas “pruebas” es que el gobierno norteamericano nos ha
mentido una y otra vez, de forma sistemática, a lo largo de más de medio siglo,
ofreciendo distintas explicaciones -ésta es una más- para ocultar el
estrellamiento de un OVNI en 1947. ¿Por qué habría de decirnos la verdad ahora?
Que en Roswell se estrelló un
“platillo volante” no lo afirma ningún misteriólogo, sino que lo hizo el
oficial de relaciones públicas del 509 Grupo de Bombarderos del aeródromo de la
Fuerza Aérea en Roswell, el subteniente Walter Haut cuando distribuyó, el 8 de
julio de 1947, una nota histórica en la que se podía leer:
“El oficial de Información (…)
anunció que, al mediodía de hoy, la base aérea entró en posesión de un platillo
volante [la cursiva es mía].
Según la información facilitada
por el departamento, cuya jefatura ostenta el comandante J.A. Marcel, oficial
de Información, el disco [la cursiva es mía] fue recuperado en un rancho de las
proximidades de Roswell, después que un ranchero no identificado lo comunicase
al comisario George Wilcox, quien encontró el artefacto en un cobertizo de su
granja.
El comandante Marcel y un
destacamento de su departamento
acudieron al rancho y se hicieron cargo del disco, según se ha indicado.
Después que el oficial de
información inspeccionara el aparato [la cursiva es mía], éste fue trasladado
en avión a ‘un Cuartel General superior’.
El oficial de Información declaró
que no se han revelado detalles de la construcción del platillo o de su
apariencia.”
Este texto redactado por el
subteniente Haut, obedeciendo órdenes de sus superiores fue recogido por la
edición vespertina del Daily Record de Roswell con este sugerente titular: “La
RAAF captura un platillo volante en la región de Roswell”. Posteriormente, la
agencia de noticias Associated Press hizo que la reseña diera la vuelta al
mundo y empezara la campaña de ocultación.
He señalado en cursiva tres
palabras de la nota: platillo volante, disco y aparato. La primera y la segunda
(platillo volante y disco), porque aluden sin ningún género de dudas a la forma
del objeto recuperado por los militares. No hablan de globo, de reflectores, ni
madera de balsa sino de un aparato, que es la tercera palabra que he señalado.
¿Estaban drogados los oficiales cuando recuperaron los restos para no saber
diferenciar un globo meteorológico de un “platillo volante”? ¿Qué interés podía
tener el subteniente Walter Haut en dar publicidad a una información que sería
corregida horas más tarde?
Empieza el encubrimiento
En efecto, a las pocas horas el
Pentágono tomaba cartas en el asunto. En Fort Worth, el general de Brigada
Roger M. Ramey, comandante de la Octava Región de la Fuerza Aérea, recibía una
llamada telefónica del teniente general Hoyt Vandenberg, a la sazón subjefe de
la Fuerza Aérea en la que le explicaba que algunas piezas del misterioso objeto
estaban en la base de Roswell y, a continuación, Ramey llamó al general Blanchard
para participarle su disgusto por haber facilitado los comunicados a la prensa,
por su cuenta y riesgo, sin haberlo consultado a sus superiores de Washington.
En 1947 tenía lugar la primera gran oleada de
OVNIS de este siglo que no sólo acaparaba la atención de los norteamericanos
sino del mundo entero, incluidas las Fuerzas Aéreas norteamericanas, sin
embargo aún no existía ninguna directriz oficial respecto a los platillos
volantes, es a partir del incidente
Roswell que la información sobre este fenómeno es calificada de “Alto Secreto”.
¿Casualidad?
En absoluto. Si los militares
habían recuperado un auténtico platillo volante lo propio era estudiar sus
restos y determinar a quién pertenecía su tecnología, descartar –en suma- si se
trataba de un ingenio soviético y, en cualquier caso, desarrollar la
“tecnología inversa”, como veremos más adelante. Para quitarse de encima la
presión de la opinión pública lo mejor era encubrir el incidente. Por ese
motivo, los oficiales de inteligencia Jesse Marcel y Sheridan Cavitt,
cumpliendo las órdenes de Ramey, trasladaron a bordo de un B-29 los restos del objeto siniestrado a la
base de Wright Patterson, en Ohio, efectuando una parada técnica en Fort Worth,
Texas. En esta escala se inicia la historia del encubrimiento. Primero porque
Ramey se pondrá en contacto con una emisora de radio para asegurar,
visiblemente nervioso, que el disco volador era en realidad un globo
meteorológico de gran altura. Con criterio, el periodista que le entrevistó le
preguntó:
-¿Y no conoce el ejército un
artilugio así?
A lo que el general respondió
sombríamente:
-Por lo menos, no a este nivel”.
¿Qué quería decir con “a ese
nivel”? A mi juicio, reflexionando con el cómodo margen que ofrecen los 65 años
transcurridos, lo que le preocupaba a Ramey era apagar el fuego y sacarse de
encima a la prensa.
Para acallar definitivamente el
incidente escenificó entonces un singular photocall en su despacho y posó junto
a Marcel y su ayudante el coronel Dubose con un bulto de papel estaño, haces de
madera rotos y goma como vestigios de un reflector radar de un globo
meteorológico tipo “Rawin”.
Una nota periodística de la época. |
Un globo, dos globos, tres
globos…
Los defensores de la hipótesis
extraterrestres insistimos en el hecho de que si el material recuperado
pertenecía a un globo meteorológico ¿cómo no pudieron reconocieron lo los
militares?
“Los globos meteorológicos para
la investigación atmosférica eran fabricados con polietileno y se ha propuesto
que posiblemente el caído en Roswell era de neopreno, una sustancia “secreta”
en aquella época. Mentira.”
El neopreno o policloropreno (C4H5CL) fue inventado por
Elmer K. Bolton, un científico de los laboratorios DuPont, el 17 de abril 1930
y fue aplicado con fines belicistas durante la Segunda Guerra Mundial así como
en los trajes de buceo. El 509 Grupo de Borbarderos de Roswell no sólo estaba
familiarizado con este tipo de “tecnologías” sino que, además, era una de las
bases del ejército donde se disfrutaba de tecnología punta. Es una falsedad,
por tanto, decir que era un material desconocido para el comandante Marcel.
En 1947 ya lo incorporaban las
sondas “Rawin” que disponían de dos modelos: el ML-306 y la sonda “Rawin
AN/AMT-4” consistentes en un globo de neopreno de 100-200 gramos, provisto de
un transmisor. ¿También el transmisor MADE IN USA era desconocido para los “crédulos”
militares y los “palurdos” campesinos?
Si no era un globo de
polietileno, si tampoco era un globo de neopreno, ¿de qué estaba hecho el
“globo”? Un material, bueno es recordarlo ahora que, según declaró Marcel, era
muy ligero pero extremadamente resistente y que, además, tenía “memoria” pues
recuperaba su forma original.
Por otro lado cuando en 1978
Jesse Marcel habló por primera vez del asunto con los ufólogos declaró que los
restos estaban diseminados en una zona muy amplia. ¿No es mucho terreno para un
globito “Rawin” como el que podemos ver en la imagen? Este se lanzó el 10 de julio de 1947. El ejército, por cierto,
lleva un registro exhaustivo de los lanzamientos y ninguno encaja con el del
dichoso incidente. De los once globos lanzados entre mayo y julio de 1947 en
Nuevo México, sólo dos cayeron en paradero desconocido y no pudieron ser
“recuperados”. Me refiero, en concreto a
los globos 3 y 4, lanzados los días 29 de mayo y 4 de junio de 1947 respectivamente.
¿Estuvo el globito vagando un mes por el espacio aéreo? No cuela.
Además, resulta evidente que las
fotografías realizadas en el despacho de Ramey no muestran ningún globo, sólo
su reflector radar que, obviamente, era sobradamente conocido por Marcel y
Cavitt habida cuenta que ya se utilizaban en los modelos más antiguos de
polietileno. Las imágenes fueron tomadas por J. Bond Johnson, fotógrafo del
Fort Worth Star‑Telegram,
que explicó que nadie
pudo acercarse ni tocar el material expuesto por prohibición expresa. ¿Por qué
ese recelo? Lo que yo interpreto es que
Ramey expuso los restos de un reflector radar en su oficina como un “señuelo”
mientras los “verdaderos” volaban camino de Wright Field, Ohio, dando lugar a
otro mito dentro de la ufología: el Hangar 18.
A menudo los escépticos han
esgrimido que este incidente le costó la carrera a Jesse Marcel. Se trata de
otra infamia. El 1 de diciembre de 1947 fue ascendido a teniente coronel y terminó
su carrera condecorado con dos medallas. Su descrédito, en todo caso, llegó
cuando se decide a hacer pública la verdad muchos años más tarde.
Tres cuartos de lo mismo ocurre
con William McBrazel. Los escépticos subrayan su “arrepentimiento” pero ninguno
dice que el granjero permaneció detenido por los militares de la base de
Roswell entre el 9 y el 15 de julio y que le obligaron a cambiar sus primeras
declaraciones con la intención de echar tierra al asunto.
La maniobra funcionó.
Un cuento, dos cuentos, tres
cuentos…
Una espesa cortina de silencio,
infranqueable durante años, rodeó desde entonces todo lo concerniente a la
recuperación de restos en Roswell. Ni la declaración de apertura efectuada en
1976 por el entonces candidato presidencial Jimmy Carter, ni otras acciones más
recientes, como las protagonizadas por el CAUS (Ciudadanos contra el secreto de
los OVNIS) habían ayudado a la apertura de los archivos oficiales hasta que el
congresista por Alburquerque, Steven Schiff, interpeló al GAO (General
Accounting Office) acerca del incidente. Corría el mes de enero de 1994.
Los trámites se aceleraron
entonces. El Departamento de Defensa llevó a cabo una exhaustiva auditoría por
diversas agencias para conseguir información sobre los misteriosos acontecimientos
ocurridos en Nuevo México. Los frutos de esta frenética búsqueda fueron
reunidos en el llamado Informe Weaver, en atención a su autor, el coronel
Richard L. Weaver, director del Programa Especial de seguridad Oversight. Este
informe oficial liberado a la opinión pública en julio de 1994 reafirmaba el
primer cuento: la hipótesis del globo meteorológico facilitada por William H.
Blanchard, quien –oh, casualidad- ascendió vertiginosamente hasta Capitán
General y sub‑jefe de Oficiales de Estado Mayor
de las Fuerzas Aéreas. Digo yo que por los servicios prestados a la patria, que
no por el derecho a conocer la verdad a sus ciudadanos.
El segundo “cuento” venía al
final del informe, donde precisaba que, el globito se enmarcaba dentro de un
proyecto clasificado como Alto Secreto con el nombre de Mogul cuyo propósito
era colocar micrófonos de baja frecuencia, a una gran altura, para poder
“escuchar” eventuales detonaciones nucleares soviéticas. Un “sonotone” para el
Tío Sam. Vamos, que no cuela. Y no cuela porque lo del Proyecto Mogul explica
sólo una parte del incidente pero no se adapta al conjunto de los hechos ni a
los testimonios que Stanton Friedman y Kevin Randle, entre otros, recogieron a
principios de los ochenta.
Por ejemplo, en su libro El
Incidente, Charles Berlitz y William Moore, recogen el testimonio del
matrimonio Wilmot, propietarios de una pequeña ferretería de Roswell que
presenciaron el paso de un OVNI alrededor de las 21,50 horas de aquel histórico
5 de julio. El objeto tenía forma de "disco" y se dirigía hacia el
noroeste, hacia Corona, en donde curiosamente el joven Anderson, su padre y su
tío, hallarían al día siguiente los restos de un “aparato” accidentado y, junto a él, el cuerpo de
cuatro humanoides. Próximo al lugar del impacto se halla uno de los centros
tecnológicos y militares más importantes de la época, la base de misiles de
White Sands. El ejército bien pudo esgrimir que se trataba de uno de sus
experimentos… pero no lo hizo para seguir manteniendo el “cuento” de los
“globos”.
Imagino que Gonzalo convendrá
conmigo que cualquiera de los once globos del proyecto Mogul tenía la misma
importancia para la Fuerza Aérea norteamericana. En ese caso, ¿qué tenía de
especial el recuperado en Roswell para que sólo el supuesto nº4 fuera transportado
en un B-29 hasta la base de Ohio para su examen?
Quiero recordar que el B-29 es
uno de los aviones de mayores dimensiones que entraron en servicio durante la
Segunda Guerra Mundial. ¿No os parece un poco exagerado para transportar un
delicado globo de neopreno y cuatro reflectores de papel aluminio? ¿Puede ser
que trasladara algo más pesado? Por si mi amigo Gonzalo siente la tentación
–que lo dudo- de contradecir la versión oficial y volver a relacionar el
incidente con las alas volantes de la serie “Northrop” le recordaré que dos
investigadores escépticos como Karl T. Pflock y Kevin D. Randle comprobaron los
registros militares y las bitácoras de vuelo constatando que las alas volantes
Northrop estaban en reparaciones durante los meses de junio y julio de 1947.
Vaya por Dios.
Conviene preguntarnos
abiertamente entonces: ¿Hubo cuerpos recuperados en Roswell?
Fuente: Este artículo fue
publicado originalmente en www.xn--revistaaocero-pkb.com
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