La cabeza del consejo Anunnaki
era el gran Anu de Uruk, y el resto de sus miembros eran sus descendientes. Los
Anunnaki, a su vez, constituían el Alto Concilio del consejo de los dioses y de
Anu, y fueron distribuidos por éstos sobre la tierra y el mundo subterráneo o
Inframundo.
Según describe la propia
mitología mesopotámica, en un principio los Anunnaki eran los dioses más
poderosos, tanto para los sumerios como para acadios, asirios y babilonios.
Originalmente, los sumerios practicaban una religión politeísta, con deidades
antropomorfas que representaban las fuerzas cósmicas y terrestres presentes en
su mundo. Asimismo, en sus textos religiosos resulta fundamental el concepto
sumerio del me (decreto preordenado inmutable de los dioses o fuerza impersonal
que fundamenta las instituciones sociales, las prácticas religiosas, los
comportamientos, costumbres y las condiciones humanas que hacen posible la
civilización).
Los Annunaki constituían un
conjunto de deidades relacionado con los Anunna (los dioses descendientes de An
o Anu, dios del cielo y uno de los tres dioses supremos) y con los Igigi
(dioses menores que, hasta rebelarse y transformarse en demonios, trabajaban
para los Anunnaki cavando zanjas y drenando canales). De hecho, su nombre viene
a significar “los que desde el cielo a la tierra vinieron”, aunque también se
ha traducido como “los de sangre real”. En un principio pertenecían al panteón
de la ciudad de Nippur, pero también son mencionados más tarde en las ciudades
de Lagash y Eridu.
Los diferentes mitos Anunnaki
En el mito de Atrahasis se afirma
que, antes de la creación del hombre, los dioses tenían que trabajar para
vivir. Fue entonces cuando los Anunnaki lograron que una categoría de dioses
inferiores, los Igigi, trabajaran para ellos, hasta que se rebelaron y
rehusaron continuar. Entonces Enki creó a la humanidad para que realizase las
tareas que habían quedado abandonadas. Una humanidad que, a través del culto,
continuaría suministrando su sustento a los dioses.
Sin embargo, en el poema
babilónico Enûma Elish, se narra que fue el dios Marduk quien creó a la
humanidad para después dividir a los Anunnaki entre el cielo y la tierra,
asignándoles diversas tareas. Los Anunnaki, en agradecimiento a Marduk,
fundaron Babilonia y edificaron un templo en su honor, llamado Esagila.
Asimismo, en la célebre Epopeya
de Gilgamesh, se indica que la morada secreta de los Anunnaki se encontraba en
el Bosque de los Cedros, mansión de los dioses. Pero en la versión sumeria del
Viaje de Inanna a los Infiernos, los Anunnaki desempeñan la función de jueces
del Inframundo, llegando incluso a condenar a muerte a la diosa Inanna en el
litigio que mantenía con la que era su propia hermana, Ereshkigal.
Finalmente, según un mito
babilónico más reciente, los Anunnaki eran los hijos de Anu y Ki, los dioses
hermano y hermana, vástagos de Anshar y Kishar (pivote del cielo y pivote
terrestre, los postes celestiales, ejes del mundo). A su vez, Anshar y Kishar
eran hijos de Lahm y de Lahmu (“los fangosos”), nombres dados a los guardias
del templo de Eridu, donde según dicho mito tuvo lugar la Creación. La cabeza
del consejo Anunnaki era el gran Anu de Uruk, y el resto de sus miembros eran
sus descendientes. Los Anunnaki, a su vez, constituían el Alto Concilio del
consejo de los dioses y de Anu, y fueron distribuidos por éstos sobre la tierra
y el mundo subterráneo o Inframundo. Los más conocidos entre ellos eran: Asaru,
Asarualim, Asarualimnunna, Asaruludu, En-Ki (Ea para los Acadios), Namru,
Namtillaku y Tutu.
Oppenheim y Sitchin: teorías
modernas sobre los Anunnaki
En el año 1964, el destacado
asiriólogo Adolph Leo Oppenheim publicó su libro Mesopotamia antigua: retrato
de una civilización muerta. Tal fue su éxito que muchos de los conceptos e
ideas expuestos en él fueron adoptados, asimilados y transformados por diversos
personajes pertenecientes al mundo de las pseudo-ciencias, entre los que
destacó el escritor azerbaiyano Zecharia Sitchin.
Sitchin publicó una decena de
libros conocidos cómo Crónicas de la Tierra, en los que supuestamente traducía
numerosas tablillas sumerias cuneiformes (muchas de ellas inexistentes según
los expertos científicos, o al menos no documentadas por ningún arqueólogo o
especialista en lenguas sumeria y asirio-babilónica), así como diversos textos
bíblicos escritos en su lengua original, el hebreo. En su libro El 12º Planeta,
Sitchin narra la llegada de los Anunnaki a la Tierra hace unos 450.000 años,
procedentes de un supuesto planeta llamado Nibiru. En el relato llega incluso a
describirlos como unos seres de unos 3 metros de altura, de piel blanca,
cabellos largos y barba. Sitchin afirma asimismo que los Anunnaki se asentaron
en Mesopotamia, y que mediante la ingeniería genética lograron acelerar la
evolución del Neandertal al Homo Sapiens aportando su propio material genético,
ante su acuciante necesidad de disponer de mano de obra esclava.
Asimismo, a lo largo de toda su
obra Sitchin plantea que la tecnología Anunnaki estaba tan extraordinariamente
desarrollada que podían efectuar viajes espaciales, y que habrían dejado pistas
y rastros de su presencia sobre la Tierra creando ‘lugares de poder’ como las
pirámides (egipcias, mayas, aztecas y chinas), Stonehenge, las líneas de Nazca
o Machu Picchu.
El escritor azerbaiyano Zecharia
Sitchin aseguraba haber traducido las tablillas cuneiformes su
merias en su
totalidad. (Public Domain)
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Las teorías de Sitchin, apoyadas
en interpretaciones personales de fuentes sumerias, babilónicas y mitologías
del Medio Oriente, de la arqueología y de la Biblia, que comparaba con los
libros del Antiguo Testamento, el Libro de los Jubileos y otras fuentes, han
sido descartadas por científicos, historiadores y arqueólogos, que han mostrado
su desacuerdo con dichas teorías, tanto en lo que respecta a su “traducción” de
los textos antiguos como en lo relacionado con su comprensión de la física.
Así, el profesor Ronald H.
Fritze, en su libro Conocimiento inventado: Falacias históricas, ciencia
amañada y pseudo-religiones, escoge como ejemplo de falsificación histórica la
afirmación de Stichin de que el signo sumerio Din-Gir significa “los justos de
los cohetes humeantes”, añadiendo que la asignación de significados a palabras
antiguas por parte de Sitchin es tendenciosa y forzada. Además, Fritze también
critica la metodología empleada por Sitchin, asegurando que distorsionaba las
evidencias, presentándolas de forma selectiva para poder probar sus
afirmaciones, y que pasaba por alto toda evidencia contradictoria con sus
planteamientos.
Imagen de portada: Fragmento de
un casco de la cultura Urartu en el que se observa a dos personajes alados,
quizás dioses o Anunnaki, junto a un “árbol de la vida” urartiano. (Public
Domain)
Autor: Mariló T. A.
Fuente: este artículo fue publicado en www.ancient-origins.es
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